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Manifiesto del I Congreso Internacional de Educación Rural, Cortes de la Frontera. 6 abril, 2024.

     

MANIFIESTO ‘POR UNA EDUCACIÓN RURAL PARA LA REPOBLACIÓN’ I CONGRESO INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN RURAL SIGLO XXI

 

Cortes de la Frontera (Málaga) 4-6 abril, 2024

 

                                                                                               Habida cuenta del papel que deberán desempeñar todas las agriculturas del mundo en la construcción de un futuro habitable para la humanidad, es preocupante constatar hasta qué punto la opinión pública y  los expertos están alejados de las cuestiones agrícolas, y hasta qué punto incluso quienes tienen a su cargo as cuestiones agrarias desconocen toda la riqueza de la herencia agrícola de la humanidad.

                 Marcel Mazoyer y Laurence Roudart

 

A nosotros los mayas nos enseñan desde pequeños que nunca hay que tomar más de lo que necesitas para vivir.

    Rigoberta Menchú. Premio Nobel de la Paz

 

 

Más de 150 personas de todo el país, con participación de experiencias de Honduras, Argentina, Chile, Brasil, Filipinas, Camerún, Colombia y Guatemala, han celebrado en Cortes de la Frontera (Málaga) el I Congreso Internacional de Educación Rural con el lema ‘Por una educación rural para la repoblación’[1] con el objetivo de reflexionar desde una perspectiva crítica sobre la situación de supervivencia en la que se encuentra el medio rural, ahondando en las causas socioeducativas, culturales y político-económicas.

Se hace evidente que estamos ante una situación de alarma acerca de la supervivencia de la especie humana en el planeta. Según todos los estudios científicos y los acuerdos internacionales recientes en el ámbito del cambio climático, si no hay una radical corrección del rumbo productivo en las relaciones ser humano-naturaleza, la amenaza del colapso ecológico y del ecocidio aumentará considerablemente hasta el punto de hacerse irreversible [2]. Esto significa una apuesta clara por implicarse en la lucha contra el cambio climático, la transición ecológica y por superar las disfunciones provocadas por la industrialización y la concentración urbana. De acuerdo con este postulado las entidades y personas participantes en este Congreso queremos manifestar lo siguiente: 

1. Vemos con acierto que se han iniciado las primeras políticas de Transición Ecológica y Reto Demográfico, con numerosos programas de las distintas administraciones públicas estatales, europeas, regionales y municipales, pero que consideramos que no son suficientes. La misma UNESCO viene trabajando hacia la ‘Educación del cambio para la transformación social y el desarrollo sostenible’, con especial atención al cambio climático, proponiendo nuevos enfoques curriculares de enseñanza/aprendizaje desde el concepto ‘Green Schools’ (Escuelas Verdes), como centros de innovación para el territorio.

2. Cultivando paz entre los pueblos. Como agentes de la educación no podemos sentirnos al margen de los distintos conflictos bélicos que se están produciendo en forma de lucha por el control político, económico y cultural de las fronteras, teniendo a la población civil como protagonista desgraciado en forma de atropellos, desplazamientos en masa, genocidios, etc. Desde nuestro ámbito se ha de trabajar una educación de valores crítica que tenga a la cultura de paz en el centro de sus objetivos.

3. El cambio necesario y urgente en las políticas públicas introduciendo estrategias de desarrollo rural que se dirijan a regenerar una nueva economía para los pueblos, especialmente, en aquellas que afectan al ámbito educativo, formativo y el fomento de la iniciativa social que pueden revertir la sangría poblacional, cultural y económica. Cambios que no vengan, como hasta ahora, dispuestos por una tecnocracia ajena a la realidad rural y cuenten con la percepción y la participación de las poblaciones y sus saberes locales.

Las políticas y la administración pública deberían estar al servicio de las comunidades rurales y no al contrario, como sucede. Deberían orientarse a la mejora de las condiciones de acceso a la vida socioproductiva para la fijación de la población local, y la llegada de nuevos pobladores: incentivos y fiscalidad, acceso a vivienda, servicios públicos, energías alternativas, transformación agroalimentaria, ordenación del territorio y nuevos enfoques para la ‘conservación cultural de la naturaleza’.

En definitiva, una gestión agroforestal y ganadera desde el enfoque de la agroecología, la pequeña producción y la prestación de servicios ecosistémicos.

4. Una nueva relación con la naturaleza y la unión social para ralentización del cambio climático. El medio rural es el espacio nutriente de las bases de la vida en general y de la urbe en particular: aire, agua, alimentos, energías, materiales, mano de obra…; sin poblaciones activas en pueblos o aldeas su gestión socioeconómica y cultural quedaría huérfana -como está sucediendo- poniendo en peligro el futuro de las generaciones venideras. La nueva educación ha de considerar este hecho como fuente de conocimiento por todo lo que nos aporta, por el inmenso y diverso recurso pedagógico de sabidurías idiosincráticas de cada territorio. Una educación que nos ayude a ser conscientes de nuestra ecodependencia con la naturaleza, y de esa necesidad imperante de un compromiso de cuidado y amor a la tierra que nos acoge y alimenta.

La ciencia agroecológica ha demostrado en las últimas décadas que el modelo de gestión del territorio de la cultura campesino-rural de orden familiar, apegada a una relación de proximidad en sus interacciones y a tecnologías de bajo impacto ambiental, ralentiza el cambio climático frente al modelo agroindustrial y tóxico imperante. Se debiera de transitar desde una arcaica visión estrictamente antropocéntrica, a una nueva que nos lleve a sentirnos integrados en la naturaleza, en tanto que somos organismos vivos, tanto como los que nos rodean. Una nueva cultura que no insista en la manipulación indiscriminada del medio, sino en el intercambio consciente, sensible y protector.

5. Recuperación de la vida comunitaria rural: cuidado, protección y afectos mutuos. La educación debe contribuir a construir una sociedad que ponga la vida en el centro, la de todas las personas, también de todos los seres y espacios vivos que nos determinan. Por ello, entendemos que la comunidad es el marco idóneo de desarrollo de las capacidades sociales, de la aceptación de uno mismo y de los demás. Esto contribuye a fomentar la ayuda mutua y la capacidad de dar, poniendo en valor la importancia de los vínculos y los afectos. La comunidad rural debe regenerarse desde su sustancial origen, como semilla de relaciones, como espacio imprescindible de aprendizaje, donde compartir, conocer, valorar los saberes de todos y todas y donde construir en común propuestas de futuro.

Se hace necesario una economía para los pequeños pueblos que, en primer lugar, recupere, rehabilite, actualice y modernice de forma integral e integrada su Sistema Agroecológico Local (SIAL)[3] y su economía histórica, original y genuina vinculada a los aprovechamientos sostenibles de sus recursos naturales; en segundo lugar, incorpora de forma complementaria nuevas opciones y actividades económicas de otros sectores que diversifican su base socioeconómica, y contribuyen a incrementar la demografía y a hacer más compleja, cohesionada, variada y rica la estructura social de la comunidad. Sobre estas dos bases económicas, la agroecológica histórica y la diversificada y complementaria de nuevo cuño, se debería construir el nuevo orden económico y la nueva comunidad de bienestar en la aldea o pueblo, regenerando las relaciones campo-ciudad desde este contexto.

6. Una nueva visión del currículum educativo: programas educativos que tengan en cuenta el conocimiento del territorio. Se debe abrir una nueva ‘óptica rural’ en el desarrollo de contenidos y metodologías dentro del sistema educativo, así como, en las estrategias de educación no formal. Somos comunidades educadoras, estamos donde se genera y se regenera la vida; tenemos mucho que aportar para construir otras relaciones con las personas como iguales, y así recuperar el valor de lo común y el contacto con la naturaleza. Algo tan necesario y sanador, las relaciones pausadas, la escucha activa de las personas mayores y las insustituibles relaciones intergeneracionales que nos enseñan aprendizajes adaptados a los territorios. Un currículum base construido a partir de los valores democráticos, que incluya la realidad de las diferentes geografías y especificidades de lo rural; y abierto, que permita, teniendo en cuenta lo anterior, la definición concreta de las líneas de trabajo y de la metodología a cada comunidad educativa.

Lo óptimo sería la reprogramación de un currículum para el total del sistema educativo, y en particular para el de ámbito rural, en el que se incorpore la ‘óptica rural’ como un elemento transversal de contenidos. Hasta ahora la visión que aparece en el mismo se diseña desde presupuestos urbanocéntricos, donde este contexto social ocupa un lugar marginal. Además, introduciría procesos de aprendizaje vinculados a servicios a la comunidad rural tanto orientados al alumnado, como a los equipos docentes y las AMPAS, con el objetivo de enfocar propuestas de cambio social de la realidad. Estas dinámicas permiten trabajar la identidad local con la problematización de las necesidades reales. Decía Paulo Freire que ‘la educación era un acto de amor y, por lo tanto, un acto de valor’.

7. La organización educativa y la formación del profesorado desde una ética rural y ambiental. Se cierran las escuelas porque no hay niños/as, ¿no sería mejor abrir las escuelas para que haya? Esta premisa es esencial, teniendo en cuenta que el criterio de rentabilidad monetaria de los servicios educativos de este ámbito no debe de ser nunca un obstáculo, como ocurre en el mundo urbano. Esta nueva visión política y económica implica que las estrategias educativas no dependan de un cálculo contable de la ratio población/voto en las urnas. Ello implica un regeneración y reorientación de la financiación de políticas, teniendo en la investigación educativa de índole cualitativa y participativa, sobre las praxis que ya están en los territorios, abriendo nuevos campos de experimentación.

El profesorado adscrito a este contexto está de paso en su mayoría, desconoce la realidad territorial y, por este hecho, es complejo poder implementar proyectos educativos con identidad propia y adaptados. La formación del profesorado debe incluir un perfil profesional específico que contemple el conocimiento y formación para abordar la realidad de la escuela rural (aulas multigrado, diversidad, metodologías y herramientas educativas). Una formación que transmita la importancia imprescindible de conocer al alumnado en su individualidad y también como parte de la familia, de la comunidad y el contexto campesino-rural del que procede y al que pertenece. Promoviendo la necesaria intermediación entre el saber científico-saber popular. El aprendizaje debe llevar placer, entusiasmo, alegría y amor, educación en valores, ‘saber, saber hacer y saber estar; todos educamos y somos educados’.

8. Educación no formal, educomunicación y educación permanente. La educación no se circunscribe al ámbito escolar o académico, traspasa este sistema y se enlaza e integra con la vida, en lo que conocemos como educación a lo largo de la vida (educación permanente-expandida). Se ha de revisar, localizar y conocer otras experiencias de educación rural, que se desarrollan en este contexto vía otras entidades profesionales y sociales en el territorio, que están llenas de riqueza de aprendizajes. Regenerar ofertas formativas con perspectiva crítica para el dinamismo del mundo rural, explorando fuera y en interacción con los marcos académicos y vinculándose con las políticas de desarrollo rural. Por otro lado, la alfabetización digital y audiovisual es una necesidad imperante en la llamada ‘sociedad de la información y el conocimiento’. La aparición de nuevas tecnologías, valores y el surgimiento de procesos de cambio cultural hace que, en términos generales, podamos considerar que nos encontramos en la transición del ordenamiento propiciado por la industrialización hacia nuevos modelos de generación de economía y modos de vida.

Las herramientas telemáticas abren unas nuevas posibilidades para la desconcentración de personas trabajadoras de las grandes empresas y las administraciones públicas condensadas en las ciudades; además de las tecnologías disponibles para producir localmente energía renovable, las nuevas empresas vinculadas al aprovechamiento de recursos o el reciclaje, la innovación y la responsabilidad social y ambiental corporativa, la alimentación de proximidad… constituyen un conjunto de oportunidades y valores que se ponen a disposición de los pequeños pueblos para que puedan reorganizar su propio modelo de desarrollo local. Se multiplica así la creatividad social y la cultura de la iniciativa social y emprendedora. Vivir es un hacer y emprender permanente desde los mecanismos de la adaptación al medio y la reinvención.

9. La dimensión socio-cultural. La educación debe sostener los procesos socioeconómicos desde la visión del desarrollo endógeno y comunitario, como identidad de un pueblo capaz de pensar, decidir y actuar. Una cultura creada desde lo cotidiano, de reconocimiento de lo propio, de nuestros saberes que nos han legado nuestros ancestros; así como al reconocimiento de otras culturas, sabidurías y creaciones del resto de pueblos del mundo. Atendiendo de manera específica al rescate de la racionalidad ecológica del conocimiento campesino (memoria biocultural), que la ciencia agroecológica ha demostrado que es válido para la gestión eficiente y sostenible en la lucha contra el cambio climático (agricultura familiar). Teniendo como horizonte la praxis de la Soberanía Alimentaria de los pueblos, donde prima el valor del arte alimentario como derecho humano-salud con prácticas agronómicas que ralentizan el cambio climático; y no como un negocio agroindustrial de escala global, donde prima el control de la alimentación y una alta toxicidad en emisiones de carbono a la atmósfera, así como al ejercicio de la igualdad y la justicia en todos sus contextos (paz, etnias, género, derechos laborales, inmigración…).

A los pueblos y aldeas nos les queda mucho tiempo de vida, la sangría de la despoblación es un síntoma de enfermedad orgánica. Si no hay un emergente proceso de transición desde de una cultura hegemónica urbanocéntrica a un modelo cultural y político consciente del factor esencial de la vida y el medio rural para el sostenimiento de la población humana -el arte alimentario (agri-Cultura), los valores comunitarios de la sociedad campesino-rural nutricia y la redacción de unas nuevas relaciones campo-ciudad desde el valor de la tierra y la ética ecológica-, está en juego, no solo la supervivencia del contexto rural, sino el de la sociedad en general.

10. De isla a archipiélago: la fuerza humana de la red social. En estos días hemos escuchado voces que manifestaban la degradación demográfica y sociocultural y la necesidad de red desde las diferentes particularidades. En diferentes lugares del mundo tenemos retos y necesidades similares. Si algo nos ha quedado claro son las enormes potencialidades pedagógicas de los entornos rurales, y se hace necesario creer en ellas: las personas que vivimos en los pueblos, los equipos docentes y las administraciones públicas, las cuales deben de hacer un esfuerzo por adelantarse a los tiempos. Hemos de ser consciente de la fuerza y el conocimiento para luchar por un nuevo modelo educativo más abierto y entroncado a la comunidad, más libre, como decía María Montessori: ‘debemos agitar la vida y dejarla libre para que se desarrolle’.

 

Solo desde la creación de vínculos humanos entre las propias comunidades rurales y entre los territorios desde una visión internacional (local-global) podremos seguir empujando una toma de consciencia personal y colectiva para encarar otro modelo de desarrollo menos agresivo y más acorde con las necesidades ecológicas, de justicia y equidad social.

 

Cortes de la Frontera, 6 de abril de 2024

 

[1] Organizado por el Grupo de Investigación PROCIE-Universidad de Málaga, la Confederación de Centros de Desarrollo Rural (COCEDER), los Colectivos de Acción Solidaria (CAS), el Instituto Paulo Freire España, la Universidad Rural P. Freire Serranía de Ronda-CDR Montaña y Desarrollo; y la colaboración del Ayuntamiento de Cortes de la Frontera, la Diputación Provincial de Málaga y la Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.

[2] En esta línea está la Agenda para el Desarrollo Sostenible de la ONU (2015-2030), se articularon los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Pacto Verde Europeo (2020).

[3] En nuestro caso entendemos por Sistema Agroecológico Local (SIAL) el aprovechamiento regular, ordenado, cíclico e interdependiente del conjunto de los recursos naturales locales, tanto domésticos como silvestres, a través del mantenimiento de los procesos ecológicos y agroecológicos derivados de los usos y manejos agrarios, ganaderos, forestales y cinegéticos del territorio.