Área temática 1. El necesario cambio de las políticas públicas para la repoblación rural: identidad histórica, culturas campesino-rurales, mujeres en igualdad, memoria biocultural y cambio climático.
El medio rural está imbricado forzosamente por su identidad antropológicamente agraria. Volver a cerrar los ojos a esta realidad como se ha venido haciendo hasta ahora, sin intervenir y replantear la Política Agraria Comunitaria (1962-2020) y el resto de políticas internacionales, sería seguir urdiendo un desarrollo rural con pies de barro y ceniza.
Esta orientadas básicamente a la agricultura a gran escala (introducción de los agroquímicos, el monocultivo productivista y el agrobussines); es decir, a la consideración de un derecho humano básico estrictamente como negocio: la alimentación. El modelo se ha demostrado altamente contaminante en emisiones de CO2 a la atmósfera, toxicidad de suelos y acuíferos, de abandono y desarraigo poblacional; por el contrario, se ha ido dejando desprotegida la agricultura tradicional-familiar y de montaña (sumidero de CO2) -rescatada desde la ciencia de la agroecología como un activo insustituible para la lucha contra el cambio climático-, o el control de precios y el comercio de proximidad que ha conllevado la pérdida de poder adquisitivo de las comunidades rurales. Convirtiendo a este sector en un oficio cargado de burocracia y normatividad parapléjica. Un ‘no respirar’ dentro de la máxima dificultad en la que se encuentran su población resistente, aún apegadas a esta agricultura tradicional, ahora llamada ecológica o paradójicamente ‘inteligente’ por la propia U.E.
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En la misma línea ha de cuestionarse las Políticas de Ordenación del Territorio, cuando se han aplicado hasta hoy estrictamente orientadas al cultivo del conocimiento conservacionista que han dado un principal valor al enfoque naturalista de la gestión rural (paisaje, fauna, flora…). Obviando la riqueza cultural del conocimiento local, el humilde campesinado, que había gestionado con saber y armonía con un modelo de economía agraria de orden ancestral. Es decir, la negación y marginación del saber de los gestores naturales: la población de aldeas y pueblos españoles. Aumentando la distancia entre éstos y el territorio, la base de organización sociocomunitaria y, por ende, la crisis ambiental. Cuando ya está más que demostrado que ante el cambio climático el medio rural y sus administradores históricos, los actores de la cultura campesino-rural, han de tener un papel predominante en las políticas de descarbonización (memoria biocultural). Es decir, que se hace necesario una ‘reagrarización de la sociedad contemporánea’ para intentar una reversibilidad climática altamente difícil.
O también el progresivo desmantelamiento de las políticas públicas en todos sus órdenes (educación, sanidad, juventud, servicios sociales, infraestructuras …), el fracaso de las políticas de empleo, la marginación y frivolización de los mass media; y la irradiación radicación de la cultura urbanocéntrica en el estilo y modo de vida de pueblos y aldeas, con la consiguiente pérdida de identidad territorial.