Un logro de está década es conseguir que el medio rural sea atendido con una política de Estado, a través de la sección constituida en el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO). Es un pequeño avance, si bien, está situación no es del todo real, en el sentido que las políticas más influyentes se hacen desde el Ministerio de Agricultura con la aplicación de las Políticas Agrarias Comunitarias (PAC), de la U.E. Desde la década de los 60-70 estás se han dedicado a primar las agriculturas a gran escala, industriales y tóxicas. Mermando la capacidad de sostenimiento de la agricultura tradicional, familiar o agroecológica. El resultado de ellos ha sido la progresiva expulsión de los residuos sociales del campesinado, a favor de los agrobusines.
Si comprobamos estos lobys dominan la cadena productiva y de distribución alimentaria, concentrada en pocas manos: los Mercadona, los Carrefour, Lidl, etc. Políticas que se han comprobado como nocivas para la conservación de la biodiversidad agraria y la emisión de grandes de C02 a la atmósfera. Utilización de abonos y fitosanitarios químico con efectos tóxicos a suelos agrarios, contaminación de acuíferos y a la salud humana.
Por contra, la agricultura campesina (agroecológica) ha demostrado su eficiencia en la producción de alimentos saludables y de bajas emisiones en C02, es decir, realmente sostenibles.
Creo que se hace necesario una toma de conciencia de la sociedad al respecto. Se han demostrado ineficaces casi todas las políticas de desarrollo rural europeo aplicadas desde los años 70 hasta ahora. El fracaso se hace evidente. Si a un territorio como el medio rural, fundamentalmente agrario por idiosincrasia historia, le aniquilas su polígono de producción agrícola, su naturaleza, haciendo imposible la rentabilidad de sus productos alimentarios o forestales, el cerebro humano de sus aldeas y pueblos queda sin oxígeno. Así de fácil y así de complejo. Es decir, que hasta que no se restaura la economía agraria de los pueblos, todo lo demás será parche y blanqueo político de intenciones. Y esto debe de aparecer el currículo crítico de la educación rural como algo preferente. Está en juego la aniquilación por inanición neoliberal de nuestra identidad histórica campesina.
¿No sé lo que opináis al respecto?